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Domingo XXXIII del T.O. (C) (13 noviembre 2022)

Escrito por P. Carlos Prats. Publicado en Domingos y Festivos.

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Lucas 21: 5 - 19

Como dijeran algunos, acerca del Templo, que estaba adornado de bellas piedras y ofrendas votivas, él dijo: «Esto que veis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea derruida.»

El Señor habla en dos planos diferentes: uno el histórico, está profetizando la destrucción de Jerusalén que ocurriría en el año 70; y otro, habla de lo que ocurrirá al fin del mundo.

Le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo sucederá eso? Y ¿cuál será la señal de que todas estas cosas están para ocurrir?» Él dijo: «Mirad, no os dejéis engañar. Porque vendrán muchos usurpando mi nombre y diciendo: "Yo soy" y "el tiempo está cerca". No les sigáis. Cuando oigáis hablar de guerras y revoluciones, no os aterréis; porque es necesario que sucedan primero estas cosas, pero el fin no es inmediato.»

Jesucristo nos da algunas señales de los hechos que ocurrirán previos al fin del mundo: guerras, terremotos, plagas, traiciones..., pero el Señor nos dice que no nos preocupemos pues "no se perderá ni un pelo de vuestra cabeza". Lo único que Él nos dice es que perseveremos en la fe, pues con ello salvaremos nuestras almas.

Entonces les dijo: «Se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá grandes terremotos, peste y hambre en diversos lugares, habrá cosas espantosas, y grandes señales del cielo. «Pero, antes de todo esto, os echarán mano y os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y cárceles y llevándoos ante reyes y gobernadores por mi nombre; esto os sucederá para que deis testimonio. Proponed, pues, en vuestro corazón no preparar la defensa, porque yo os daré una elocuencia y una sabiduría a la que no podrán resistir ni contradecir todos vuestros adversarios. Seréis entregados por padres, hermanos, parientes y amigos, y matarán a algunos de vosotros, y seréis odiados de todos por causa de mi nombre. Pero no perecerá ni un cabello de vuestra cabeza. Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas.

Con el fin del mundo ocurrirá su Segunda Venida. Será entonces cuando separará los malos de los buenos. Los malos se irán ya para toda la eternidad al infierno; mientras que los buenos recibirán el premio eterno de la gloria celestial.

Estamos ya acabando el año litúrgico. El domingo que viene será la Fiesta de Cristo Rey, la cual conmemora la venida triunfante de Cristo al final de los tiempos para consumar este mundo, acabar con el poder del mal y darle a cada uno su merecido según sus obras. El domingo siguiente comenzará un nuevo año litúrgico. De este modo volvemos a empezar a recordar el comienzo de nuestra salvación con la primera venida de Cristo, el cual nació en Belén, creció... murió por nosotros en la cruz y después resucitó.

El año litúrgico está pues centrado en Cristo. Comienza con el Adviento, cuando recordamos su primera venida; y acaba con la Fiesta de Cristo Rey, cuando recordamos la Segunda y definitiva venida de Cristo. El tiempo que hay entre una venida y otra es el Tiempo de la Iglesia. Son los años que Dios le ha dado al hombre para que cada uno enmiende con sus propias acciones el pecado original cometido por nuestros primeros padres: Adán y Eva. El Tiempo de la Iglesia es cuando cada uno decide voluntariamente si quiere unirse a Cristo o vivir separado de Él. No debemos olvidar que la decisión que tomemos ahora afectará a nuestra vida presente y también a la futura; pues según haya sido nuestra decisión viviremos para siempre unidos a Cristo en el cielo, o enfrentados a Él en el infierno para toda la eternidad.