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San Pio X (3 septiembre)

Escrito por P. Carlos Prats. Publicado en Santos.

SanPioX

Giuseppe Sarto, así se llamaba, nacido en Riese (Treviso) en 1835 de familia campesina, tras los estudios en el Seminario de Padua fue ordenado sacerdote a los 23 años. Primero fue vicepárroco en Tombolo, luego párroco en Salzano, después canónico de la catedral de Treviso con el cargo de canciller episcopal y director espiritual del Seminario diocesano. En estos años de rica y generosa experiencia pastoral, el futuro Pontífice mostró ese profundo amor a Cristo y a la Iglesia, esa humildad y sencillez y esa gran caridad hacia los más necesitados, que fueron características de toda su vida. En 1884 fue nombrado obispo de Mantua y en 1893 Patriarca de Venecia. El 4 de agosto de 1903, fue elegido Papa, ministerio que aceptó con vacilación, porque no se consideraba a la altura de una tarea tan elevada.

El Pontificado de san Pío X ha dejado un signo indeleble en la historia de la Iglesia, y se caracterizó por un notable esfuerzo de reforma, sintetizada en el lema “Instaurare omnia in Christo” (Renovar todas las cosas en Cristo). Sus intervenciones, de hecho, abarcaron los diversos ámbitos eclesiales. Desde el principio se dedicó a la reorganización de la Curia Romana; después dio luz verde a los trabajos de la redacción del Código de Derecho Canónico, promulgado por su sucesor Benedicto XV. Promovió, además, la revisión de los estudios y del iter de formación de los futuros sacerdotes, fundando también varios Seminarios regionales, equipados con buenas bibliotecas y profesores preparados. Otro sector importante fue el de la formación doctrinal del Pueblo de Dios. Desde los años en que era párroco había redactado él mismo un catecismo, y durante el episcopado en Mantua había trabajado para que se llegase a un catecismo único, si no universal, al menos italiano. Como auténtico pastor, había comprendido que la situación de la época, también por el fenómeno de la emigración, hacía necesario un catecismo al que todo fiel pudiera referirse independientemente del lugar y de las circunstancias de la vida. Como Pontífice preparó un texto de doctrina cristiana para la diócesis de Roma, que se difundió después en toda Italia y en el mundo. El Catecismo llamado “de Pío X” fue para muchos una guía segura en el aprendizaje de las verdades de la fe por su lenguaje sencillo, claro y preciso y por su eficacia expositiva.

Notable atención dedicó a la reforma de la Liturgia, en particular de la música sacra, para llevar a los fieles a una vida de oración más profunda y a una participación en los Sacramentos más plena. En el Motu Proprio Tra le sollecitudini (1903), afirma que el verdadero espíritu cristiano tiene su primera e indispensable fuente en la participación activa en los sacrosantos misterios y en la oración pública y solemne de la Iglesia (cfr ASS 36[1903], 531). Por esto recomendó acercarse a menudo a los Sacramentos, favoreciendo la frecuencia cotidiana a la Santa Comunión, bien preparados, y anticipando oportunamente la Primera Comunión de los niños hacia los siete años de edad, “cuando el niño comienza a razonar”: dice así. (cfr S. Congr. de Sacramentis, Decretum Quam singulari : AAS 2[1910], 582).

Fiel a la tarea de confirmar a los hermanos en la fe, san Pío X, frente a algunas tendencias que se manifestaron en el ámbito teológico a finales del siglo XIX y a principios del XX, intervino con decisión, condenando el Modernismo, para defender a los fieles de las concepciones erróneas y promover una profundización científica de la Revelación en consonancia con la Tradición de la Iglesia. El 7 de mayo de 1909, con la Carta apostólica “Vinea electa”, fundó el Pontificio Instituto Bíblico. Los últimos meses de su vida fueron amargados por el estallido de la guerra. El llamamiento a los católicos del mundo, lanzado el 2 de agosto de 1914 para expresar “el acervo dolor” de aquella hora, era el grito sufriente del padre que ve a los hijos enfrentarse uno contra el otro. Murió poco después, el 20 de agosto, y su fama de santidad empezó a difundirse pronto entre en pueblo cristiano.

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Frases de San Pio X

“Dadme un ejército que rece el Rosario y lograré con el conquistar el mundo.”

“El Rosario es de todas las oraciones, la más bella, la más rica en gracias y la que más complace a la Santísima Virgen. Si deseáis paz en vuestros corazones y en vuestros hogares, rezad diariamente el Santo Rosario.”

“La sociedad humana, tal como ha sido establecida por Dios, se halla compuesta de elementos desiguales, lo mismo que son desiguales las partes del cuerpo humano. Hacer iguales todos esos elementos es imposible, y significaría la destrucción de la sociedad humana misma.”

“El pobre no debe avergonzarse de su pobreza ni desdeñar la caridad del rico, pues debe pensar en Jesucristo, que pudiendo haber nacido en medio de la opulencia, se hizo pobre para ennoblecer la pobreza y enriquecerla con incomparables méritos para el cielo.”

“Yo soy un pobre hombre y Jesucristo lo es todo.”

“Los salmos, compuestos por inspiración divina, han servido admirablemente, desde los orígenes, para fomentar la piedad de los fieles. Con ellos se ofrece continuamente a Dios un sacrificio de alabanza, es decir, el fruto de unos labios que confiesan su nombre...Tienen, además, los salmos una eficacia especial para suscitar en las almas el deseo de todas las virtudes... Quien sigue la salmodia, encuentra en los salmos un espejo en el que se contempla a sí mismo y revive sus más diversos sentimientos... ¿En quién no encontrarán eco los sentimientos de acción de gracias que ellos cantan por los beneficios recibidos de Dios, o las humildes y confiadas súplicas del alma que a Dios llama?”

“La bondad es lo que importa, pues es el bálsamo que pone un poco de suavidad en cualquier amarga llaga.”

“Los días duran lo que la hierba, florecen como flor del campo, que el viento la roza y ya no existe; el terreno no volverá a verla. El tiempo no pasa; somos nosotros como hierba o como flor, los que pasamos. Es la caducidad de la existencia. Hay tiempo de aromas, de perfumada vitalidad, de resplandeciente juventud. Tiempo de siembra. Y después cosechamos, regocijados, los frutos. En ocasiones mordemos frutos amargos, agrios, sosos, desabridos con la esperanza de la sabrosura y del rendimiento positivo.”

“No escatimaré ni cuidado, ni trabajo, ni ardientes plegarias por la salvación de las almas. Mi esperanza está en Cristo.”

“Nací pobre, he vivido en la pobreza y quiero morir pobre.”