Los santos: nuestros amigos y modelos
Veneración a los santos
Los primeros santos venerados fueron los discípulos de Jesús y los mártires (los que murieron por Cristo). Más tarde también se incluyó a los confesores (se les llama así porque con su vida "confesaron" su fe), las vírgenes y otros cristianos que demostraron amor y fidelidad a Cristo y a su Iglesia y vivieron con virtud heroica. La Iglesia reconoce santos del A.T.: patriarcas, profetas y otros. (Cf. Catecismo 61)
Con el tiempo creció el número de los reconocidos como santos y se dieron abusos y exageraciones, por lo que la Iglesia instituyó un proceso para estudiar cuidadosamente la santidad. Este proceso, que culmina con la "canonización", es guiado por el Espíritu Santo según la promesa de Jesucristo a la Iglesia de guiarla siempre (Cf. Jn 14:26, Mt 16:18). Podemos estar seguros que quien es canonizado es verdaderamente santo.
Los santos no tienen necesidad de ser declarados tales. Ellos no se benefician en nada por la declaración de su santidad ya que esta no añade ni quita nada a su felicidad en el cielo. Nosotros, la Iglesia peregrina en la tierra, sí se enriquece al tener modelos de santidad. Ellos no añaden ninguna doctrina nueva sino que nos ayudan a comprender el Evangelio y vivirlo. Es una gran riqueza conocer a nuestros hermanos que han vivido heroicamente la fe.
La Iglesia no puede contar la cantidad de santos en el cielo ya que son innumerables (por eso celebra la fiesta de todos los santos). Sólo se consideran para canonización unos pocos que han vivido la santidad en grado heroico.
La devoción a los santos es una expresión de la doctrina de la Comunión de los Santos, la cual enseña que la muerte no rompe los lazos que unen a los cristianos en Cristo; sino que todos nos beneficiamos de los bienes conseguidos por ellos. Los santos contribuyen a fortalecer la unión existente entre la Iglesia del cielo (triunfante) y la iglesia en la tierra (peregrinante). Ellos son un ejemplo de los frutos de la gracia santificante que Jesús nos ganó con su redención. Los protestantes rechazaron la devoción a los santos por no comprender la doctrina de la Comunión de los Santos. El Concilio de Trento (1545-63) reafirmó la doctrina católica.
Los santos interceden por nosotros. En virtud de que están en Cristo y gozan de sus bienes espirituales, los santos pueden interceder por nosotros. La intercesión nunca reemplaza la oración directa a Dios, quién puede conceder nuestros ruegos sin la mediación de los santos. Pero, como Padre, se complace en que sus hijos se ayuden y así participen de su amor. Dios ha querido constituirnos en una gran familia, cada miembro haciendo el bien a su prójimo. Los bienes proceden de Dios pero los santos los comparten.
Los santos son modelos. Debemos imitar la virtud heroica de los santos. Ellos nos enseñan a interpretar el Evangelio evitando así acomodarlo a nuestra mediocridad y a las desviaciones de la cultura. Por ejemplo, al ver cómo los santos aman la Eucaristía, a la Virgen y a los pobres, podemos entender hasta dónde puede llegar el amor en un corazón que se abre a la gracia. Al venerar a los santos damos gloria a Dios de quien proceden todas las gracias.
Sin duda hay quienes se desvían de una sana devoción y hasta existen personajes que son venerados popularmente al margen de la Iglesia y no son sino falsos santos. Estos errores no justifican que se descuide la auténtica devoción sino más bien resalta la importancia de la catequesis.
Santos Patronos
Un santo puede ser declarado patrón de un país, diócesis o institución religiosa. También hay santos patronos de diferentes gremios y causas. Además, todos podemos elegir un santo patrón de nuestra devoción como modelo e intercesor.
Santos Doctores de la Iglesia
Título reconocido por la Iglesia a los santos que por su gran sabiduría doctrinal han tenido gran influencia en la tradición eclesial.
Santos Padres
Los Santos Padres son pastores de la Iglesia de los primeros siglos, cuyas enseñanzas son consideradas por la Iglesia como fundamentales para la correcta interpretación de las Sagradas Escrituras y de la Tradición. Los cuatro principales criterios para considerar que es un Santo Padre son: antigüedad, ortodoxia, santidad, aprobación de la Iglesia. No todos los escritos de los Padres son ortodoxos sino sólo aquellos en los que hay común acuerdo entre ellos. (Orígenes y Tertuliano cayeron en serios errores pero no se niega el valor de sus obras anteriores.)
¿Hay santos aun en la tierra?
Sin duda los hay. En todas partes hay personas santas. Los hay enfermos, madres y padres que viven la vida cotidiana con gran fidelidad, jóvenes que mantienen heroicamente el ideal de ser cristianos y no se dejan arrastrar por la cultura, niños y ancianos
¿Porque no hay más santos?
Podemos constatar con tristeza que pocos buscan la santidad. ¿Cuántos entre las multitudes de seres humanos buscan primero el Reino de Dios? Aunque más importante es dar respuesta a esta pregunta: ¿Por qué no soy yo santo?
Es posible envolverse en el servicio a Cristo y hasta sacrificarnos por la misión, pero al mismo tiempo no renunciar a vivir nuestra propia vida. Seguimos por lo tanto actuando en gran parte según la carne.
Hemos de recordar que no hay sino un camino a la unión con Dios: la cruz por amor. Quien anda con Jesús va al Calvario, va a inmolarse. Esta purificación es necesaria: “Nadie demuestra mayor amor que aquél que da la vida por quien ama”.
La clave de la santidad está en entrar en el Corazón Traspasado de Jesús; siempre dándose sin reclamar para sí. Lejos de evitar el sufrimiento, lo asume por amor. El santo es otro Cristo en su Cuerpo Místico. Es por eso que la santidad requiere ser Iglesia. Quien se ha unido a Cristo necesariamente vive en comunión con los hermanos, su vida es amor y servicio para edificar el Cuerpo de Cristo que es la Iglesia.