Redimidos por Cristo Jesús
Profundizando en nuestra fe – Capítulo 8
“Creemos en un solo Señor Jesucristo, Hijo Único del Padre…que por nosotros los hombres y por nuestra salvación descendió y se encarnó, se hizo hombre, padeció, y resucitó al tercer día…” (DS 125)
En el capítulo precedente estudiábamos a Cristo en cuanto a su Persona y a su papel Mediador. En el presente, nos ocuparemos de profundizar en su obra; es decir en la redención de los hombres. Aunque la obra redentora de Cristo alcanza su culminación en el Misterio Pascual de su Pasión, Muerte, Resurrección y Ascensión, siendo Cristo el Mediador por antonomasia, toda su existencia terrena es también salvadora (Heb 10: 5-10).
Se llama “Soteriología” a la parte del tratado de Cristología dedicado al estudio de nuestra salvación o redención. La redención supone una liberación de la esclavitud del pecado y de sus consecuencias (Rom 3:24; 1 Cor 1:30; Col 1:14) y al mismo tiempo una reconciliación con Dios y consiguiente santificación (Rom 5: 10ss; 2 Cor 5: 18ss).
Podemos hablar también de una redención en sentido objetivo (la obra del Redentor) y en sentido subjetivo (que es la aplicación de esos méritos a cada uno de nosotros). Aunque la obra redentora de Cristo es suficiente, objetivamente hablando, para perdonar los pecados de todos los hombres, la aplicación subjetiva de los frutos de la redención está vinculada al cumplimiento de ciertas condiciones1. Para ser redimido nos hace falta:
- Fe: “El que crea y sea bautizado se salvará; pero el que no crea se condenará” (Mc 16:16).
- Guardar los mandamientos: “El que acepta mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama” (Jn 14:21).
Para entender la naturaleza de la redención debemos hablar de ciertos conceptos básicos: satisfacción, expiación, mérito y causalidad eficiente. Se entiende por:
- Satisfacción: a la reparación de una ofensa realizada. Ese pago lo puede hacer la misma persona que ofende u otra en su nombre (vicaria). Cristo satisfizo vicariamente la ofensa causada por todos los hombres al Padre, en virtud de su amor y su obediencia. Al haber sido hechos por una Persona divina tienen valor infinito; o dicho de otro modo, compensan sobreabundantemente la ofensa realizada por nuestros pecados.
- Expiación: El diccionario define expiar como borrar las culpas por medio de algún sacrificio. El sacrificio de Cristo borró nuestros pecados.
- Mérito: Se entiende como mérito el derecho a la recompensa por una acción moralmente buena. La obra de Cristo es meritoria en el sentido de que consigue para Sí, su glorificación; y para los hombres, la gracia del perdón del pecado y de la reconciliación.
- Causalidad eficiente: Cristo es causa eficiente de nuestra salvación, en cuanto que Él merece a través de su sacrificio y satisface el pago de la deuda por nuestros pecados.
Este capítulo 8 lo dividiremos en dos partes:
- La vida de Cristo desde la perspectiva de la salvación: Encarnación, vida privada y pública, Pasión, Muerte, Resurrección y Ascensión.
- El contenido de la salvación operada por Cristo: en cuanto a liberación del pecado y reconciliación con Dios. Y la naturaleza de la redención: satisfacción al Padre, expiación por nuestros pecados, merecimiento de la gracia y causa eficiente de la misma.
La vida de Cristo desde la perspectiva de la Salvación
1.- Las obras que hizo de Jesús para salvarnos
Tradicionalmente la teología ha dicho que cualquier acto de la vida de Cristo habría sido suficiente para salvarnos, ya que esa acción tendría un valor infinito al haber sido hecha por una Persona divina2. Sin embargo fue voluntad de Dios salvarnos a través del Misterio Pascual de Jesucristo.
En realidad, podemos hablar de una unidad salvífica de todos los actos de Cristo (Heb 10: 5-10) ya que su amor y obediencia al Padre se dan en todos los actos realizados por Cristo a lo largo de su vida3. Toda la vida de Cristo tiene para nosotros un triple valor: revelador del Padre (Jn 14:9), redentor (Ef 1:7) y recapitulador (cuando se encarnó, recapituló en sí mismo toda la historia de la humanidad. De tal modo que lo que perdimos con Adán, lo recuperamos en Cristo Jesús).4
- La misma Encarnación hace a Cristo Mediador entre Dios y los hombres, pues se hace hombre como nosotros y asume nuestra historia. Él es el Nuevo Adán (Rom 5: 12-19) y Primogénito de toda la creación (Col 1:15). Es por ello que puede satisfacer por los pecados de toda la humanidad5. Toda su vida es un acto de amor y obediencia al Padre (Lc 2:49; Heb 10: 5-7).
- La Epifanía de Cristo es la manifestación a todos los hombres de su dimensión de Mesías Salvador de toda la humanidad (Mt 2: 1-12).
- La Circuncisión inserta a Cristo como miembro del Pueblo elegido al que va a salvar (Lc 2:21).
- La Presentación en el Templo lo manifiesta como Salvador; al tiempo que se anuncia el medio que utilizará para ello: la Cruz (Lc 2: 22-39).
Y así podríamos seguir con muchos otros episodios de la vida “oculta” de Cristo: Huida a Egipto (Mt 2: 13-18); pérdida de Jesús en el templo (Lc 2: 41-52).
En la vida pública de Cristo los hitos “salvadores” más importantes son:
- Las tentaciones de Jesús en el desierto: que es cuando el demonio intenta separar a Cristo de su misión salvadora. Venciendo sobre la tentación, preanuncia su gran obra redentora (Mt 4: 1-11).
- El bautismo del Señor marca la íntima relación de toda la vida del Señor con la salvación de los pecados. El mismo Jesucristo relaciona el bautismo con su cruz: “…el bautismo con el que he de ser bautizado” (Mc 10: 38-39; Lc 12:50). San Pablo relaciona el bautismo de Jesús con el Misterio Pascual (Rom 6: 3-4)6.
- La predicación de Cristo va dirigida a la conversión para la remisión de los pecados e instauración del Reino de Dios (Mt 12:28: Lc 11:20).
- El perdón de los pecados y la expulsión de los demonios son abundantes en la vida pública de Jesús; y son ya un signo del triunfo de Cristo sobre satanás (Mc 1:24; Lc 4:41; Jn 12:31).
- La transfiguración del Señor inicia los acontecimientos de su Pasión, Muerte y Resurrección (Mt 17: 1-8)7.
- Los milagros que Jesús realiza durante su vida pública son signos inequívocos de su misión salvadora, de su divinidad y de la llegada del reino mesiánico (Is 35: 5-6).
“Pero si yo expulso los demonios por el Espíritu de Dios, es que el Reino de Dios ha llegado a vosotros” (Mt 12:28).
2.- Significado salvífico de su Pasión y Muerte
Podemos decir que su Pasión y Muerte es la consumación de la obra salvadora de Cristo. Fue una decisión de Dios Padre, nacida de su Amor infinito, a la que el Hijo se adhirió voluntariamente en obediencia total (Lc 12:50).
En multitud de ocasiones el mismo Cristo anunció su Pasión y Muerte: en la confesión de Cesarea de Filipo (Mt 16: 21-23); en la transfiguración (Mt 17: 22-23); en la última subida a Jerusalén (Mt 20: 18-19); en su conversación con Nicodemo (Jn 3:14); en la parábola del Buen Pastor (Jn 10: 17.18); en la alegoría del grano de trigo que cae en la tierra y muere (Jn 12:24); en la alusión que hace “el cáliz que he de beber” (Mt 20:22); o cuando habla que “ha llegado mi hora” (Jn 2:4). Todo el discurso de despedida en la Última Cena con la institución de la Eucaristía tiene un sentido claramente sacrificial (Mt 26: 26-29; 1 Cor 11: 23-25).
La Pasión de Cristo es iniciativa del amor del Padre; en ningún momento es un sacrificio para aplacar la ira de Dios. Son el sanedrín y Pilato quienes condenan a Cristo, y no el Padre.8 Santo Tomás de Aquino explicará el texto de la Carta a los Romanos (8:32) “Dios no perdonó a su propio Hijo sino que lo entregó por todos nosotros”del siguiente modo: El Padre pre-ordenó la liberación de los hombres por la Pasión de Cristo; infundió en Cristo un amor tan grande, como para dar la vida por nosotros (en rescate por muchos) y no le protegió de sus perseguidores.
Cristo obedeció libremente esa iniciativa del Padre:
- Fil 2:8: “…se humilló a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”.
- Lc 22:42: “Padre, si quieres, aparta de mí este cáliz; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya”.
- Jn 10:18: “Nadie me la quita, sino que yo la doy libremente. Tengo potestad para darla y tengo potestad para recuperarla. Éste es el mandato que he recibido de mi Padre”.
Como nos dice Santo Tomás de Aquino, Cristo, en su voluntad natural sentía repudio ante la Pasión y la Muerte en sí mismas consideradas, pero quiso cumplir libremente la voluntad de su Padre.9 Cristo se entrega libremente a la muerte por amor al Padre y a nosotros.
Cristo se siente “abandonado” incluso del Padre
Hay dos grupos de textos que nos hablan del abandono de Cristo:
- En el primero se nos dice que “fue entregado” (1 Cor 11:23; Mt 10:4; Lc 23:25) o se entregó a sí mismo (1 Pe 2:23). Cumpliendo así las profecías del Siervo de Yahveh de Isaías, quien “fue entregado” por los pecados del mundo. Cristo es el Cordero de Dios que se entrega para la salvación del mundo.
- En el segundo se nos habla de que Cristo “fue abandonado” por Dios Padre: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado” (Mt 27:46). Este abandono que sintió Jesucristo ha recibido muchas interpretaciones: Algunos dicen que fue una tentación diabólica e incluso una blasfemia (lo cual no es aceptable). Algunos Santos Padres interpretaron esa frase en el sentido de que durante la Pasión y Muerte de Cristo se produjo la separación de la unión hipostática (lo cual es imposible). Santo Tomás de Aquino orienta esta exclamación de Cristo en la cruz en el sentido de que el Padre le expuso a la Pasión, no protegiéndole de sus perseguidores o bien no escuchando su oración.10 Algunos dicen que es una oración tomada del Salmo 21 y no se puede interpretar como un grito de desesperación. M.J. Lagrange afirma que Jesús volvió a experimentar en la Cruz la desolación del Huerto de los Olivos11.
Una cosa sí ha de quedar clara, que a pesar de sentir ese abandono, Cristo aceptó la voluntad de su Padre y se entregó a ella con plena libertad: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc 23:46).
Su Pasión y Muerte son causa de nuestra salvación
Santo Tomás de Aquino dice que la Pasión de Cristo tiene un efecto salvador considerándolo desde cuatro diferentes aspectos: pues merece, satisface, nos libra del reato de pena y nos reconcilia con Dios.12
El sacrificio es el acto principal de la Religión. Propiamente hablando es la inmolación de una víctima cuya sangre, recogida por el sacerdote, se derrama sobre el altar. Pero el sentido más profundo del sacrificio estriba en que la víctima representa al mismo oferente; la sangre y la vida de la víctima, representa la sangre y la vida del oferente.
La Muerte de Cristo en la Cruz es un verdadero sacrificio: pues es un acto supremo de culto a Dios, hecho por un hombre en representación de todos los pecadores, con el fin de reconciliarse con Dios. El sacrificio de Cristo aparece en la revelación como la plenitud de los sacrificios de la Antigua Alianza (Heb 9: 9-14).
Es un sacrificio de Alianza (Mt 26:28), de Pascua (Jn 19:13), de Expiación (Lc 16: 1-34) y de Reconciliación.
Cristo es al mismo tiempo sacerdote y víctima del sacrificio. La ofrenda de Jesucristo de su propio sacrificio en la Cruz tiene unas propiedades peculiares, pues:
- Ese sacrificio es único y singular.
- Cristo no “se mató” a sí mismo, sino que se entregó voluntariamente. La muerte de Cristo fue un acto pecaminoso de los judíos, en cuanto que mataron a Cristo; y al mismo tiempo un acto de supremo amor, pues se entregó libremente.
- Es un acto de culto interior y exterior.
- Es plenitud y superación de los sacrificios del Antiguo Testamento.
3.- Cristo fue enterrado y descendió a los infiernos
a.- Hasta el hecho de la sepultura de Cristo tiene una dimensión salvífica. Es prueba de que asumió una verdadera humanidad. Cristo hizo suyas todas nuestras miserias, a excepción del pecado, para mostrarnos que serían erradicadas. El ser humano está destinado al sepulcro para su cuerpo, hasta que llegue la resurrección final. Cristo quiso vivir también la experiencia del sepulcro, aunque no de la corrupción (Sal 15:10).
La sepultura de Cristo tiene también un valor apologético pues es una prueba real de su muerte. Y del mismo modo, la tumba vacía es una prueba de su Resurrección.13
b.- Fue creencia común de la Iglesia desde un principio el hecho del descenso de Cristo a los infiernos antes de resucitar al tercer día.
- Hech 2: 27-31: “…habló de la resurrección de Cristo, que “ni fue abandonado en los infiernos ni” su carne” vio la corrupción”.
- 1 Pe 3:18: “Fue muerto en la carne, pero vivificado en el espíritu. En él se fue a predicar también a los espíritus cautivos”.
- Ef 4:9: “¿Qué significa «subió» sino que primero descendió a las regiones inferiores de la tierra?”
En el Credo se introdujo a partir del siglo IV. Posteriormente aparece con frecuencia en los documentos del Magisterio de la Iglesia: Concilio IV de Letrán (a. 1215) (DS 801), Concilio II de Lyon (a. 1274) (DS 852). Todas estas declaraciones pasarán luego a los catecismos de la Iglesia.
Se dice en el Catecismo de la Iglesia Católica que Jesús conoció la muerte como todos los hombres y se reunió con ellos en la morada de los muertos. Pero descendió como Salvador, proclamando la buena nueva a los espíritus que estaban allí detenidos (1 Pe 3: 18-19).14
Este es el momento en que se aplican los frutos de la redención a los justos del Antiguo Testamento15.
4.- Significado salvífico de su Resurrección
La resurrección de Cristo es manifestación del triunfo de su sacrificio redentor. Pues, como nos dice San Pablo, “si Cristo no resucitó, vana es vuestra fe, aún estáis en vuestros pecados” (1 Cor 15:17). Ascendido a los cielos está sentado a la derecha de Dios Padre, intercediendo por nosotros como Cabeza de la Iglesia.
La resurrección de Cristo es el tema central de la predicación apostólica; estando en relación íntima y directa con el misterio de su Muerte. La resurrección de Cristo fue un hecho real; y no, una experiencia mística de la comunidad primitiva, como pretende la teología modernista.
Esta verdad de fe se transmite ininterrumpidamente desde el inicio de la Iglesia y se apela a la multitud de testigos que vieron a Cristo resucitado (1 Cor 15:6).
San Pablo nos transmite con toda fidelidad la fe de la Iglesia naciente en la resurrección de Cristo:
“Porque os transmití en primer lugar lo mismo que yo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; y que se apareció a Cefas, y después a los doce. Después se apareció a más de quinientos hermanos a la vez, la mayoría de los cuales vive todavía y algunos ya han muerto. Luego se apareció a Santiago, y después a todos los apóstoles. Y en último lugar, como a un abortivo, se me apareció también a mí”. (1 Cor 15: 3-8).
Los testimonios escriturísticos de la resurrección de Cristo son muy abundantes: Mt 28; Mc 16; Lc 24; Jn 20-21; Hech 1: 1-11; 2: 23ss; 3:15; 4:10; 5: 30-31; 10: 37-40; 13: 27-31; 1 Pe 3: 18-22).
En las narraciones en las que se habla de la resurrección y de las apariciones de Cristo resucitado se pone especial énfasis en los términos que se usan para distinguirlas de las “apariciones o visiones internas”. Por ejemplo se usa: ver, dejarse ver, mostrar, enseñar, hacer visible, manifestar, poner ante los ojos, se puso en medio de ellos, salió a su encuentro; cuando se habla de las apariciones de Cristo resucitado. En cambio se utiliza el término “hórama” (visión) para indicar una visión interna (Hech 12:9), término que nunca se usa para hablar de las apariciones de Cristo resucitado.
Santo Tomás de Aquino nos habla de la suficiencia de los argumentos que aparecen en las Escrituras para manifestar que la Resurrección de Cristo fue verdadera y al mismo tiempo gloriosa16.
- Nos dice que su cuerpo era verdadero y sólido: para lo cual se dejó palpar por Tomás.
- Era un cuerpo humano: dejando ver su verdadera figura.
- Era el mismo cuerpo que el de antes de su muerte: mostrando las cicatrices de sus manos, pies y costado.
- Manifiesta también la realidad de la Resurrección de Cristo manifestando las tres actividades del alma humana de Cristo unida al cuerpo: come, bebe, veía y oía, habla, diserta sobre las Escrituras.
- Demostró que poseía la naturaleza divina haciendo el milagro de la pesca y su Ascensión a los cielos.
- Mostró la gloria de su cuerpo entrando donde estaban sus discípulos “estando las puertas cerradas” o después, desapareciendo de repente.
El dogma de la Resurrección de Cristo ocupa siempre un lugar central en todos lossímbolos y profesiones de fe de la Iglesia. De todos estos documentos se extraen las siguientes conclusiones: Fue una verdadera Resurrección y resucitó por su propio poder al “tercer día”.
El significado teológico de la Resurrección de Cristo podría ser sintetizado en los siguientes apartados:
- Es la glorificación de Cristo (Fil 2: 8-9).
- Fue obra de la Santísima Trinidad: al ser una obra “ad extra” de la Trinidad, es común a las tres divinas Personas (Hech 2:24; Mc 8:31; Ef 1: 19-20).
- Fue objeto de esperanza para Cristo (Jn 17:5)
- Culmina su obra en la tierra (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 653).
- Le otorga a Cristo una nueva forma de poder (Rom 1:4).
- Existe una unidad salvífica con la Cruz de Cristo: es una parte de todo el conjunto de la Pascua (Rom 4:25; Mt 28:10).
- Es salvadora (Hech 2: 32.36; 13:30. 32-37).
- Es la victoria definitiva sobre la muerte (1 Cor 15: 20-21).
- Tiene un indudable valor apologético como argumento definitivo de la Divinidad de Cristo, ya que un muerto no se puede resucitar a sí mismo, salvo que sea la fuerza de la divinidad del Hijo de Dios, quien con su poder, resucita su propio cuerpo.
- La Resurrección de Cristo es un hecho histórico y también de fe (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 639).
- Es primicia de nuestra propia resurrección final (1 Cor 15: 12-28; Col 1:18)
5.- Significado salvífico de su Ascensión al cielo
Una vez que Jesús resucitó, se apareció a sus discípulos en muchas ocasiones, por espacio de cuarenta días… (Heb 1:3). “Después los llevó cerca de Betania y, levantando las manos, los bendijo. Y mientras los bendecía, se apartó de ellos y era llevado al cielo” (Lc 24: 50-52).
La Sagrada Escritura nos habla de la Ascensión de Cristo en muchos textos: Lc 24: 50-53; Hech 1: 9-14; 1: 21-22; Mc 16:19. Y se habla de ella también en multitud de ocasiones: Mt 26:64; Lc 24: 25-26; Jn 6:62; 14:2; 20:17; Hech 2:34; Ef 4:10; 1 Tim 3:16; 1 Pe 3:21.
Es testimonio común de los Santos Padres: San Ireneo, Tertuliano, Orígenes. San Juan Damasceno nos dice:
“Por la derecha del Padre entendemos la gloria y el honor de la Divinidad, donde el que existía como Hijo de Dios antes de todos los siglos como Dios y consustancial al Padre, está sentado corporalmente después de que se encarnó y de que su carne fue glorificada”.17
La Ascensión de Cristo a los cielos es un artículo de fe que ya aparece en los símbolos más antiguos y así siempre se ha mantenido. Para nosotros, la Ascensión, está vinculada al misterio de nuestra salvación. Así se dice que “por nosotros y por nuestra salvación… bajó del cielo… y está sentado a la derecha del Padre”.
Cristo subió a los cielos en virtud de su propio poder: de la virtud divina de su naturaleza divina, en primer lugar; y también lo hizo en virtud del poder de su naturaleza humana ya glorificada.
La Ascensión está en relación con hechos salvíficos futuros en cuanto que es paso necesario para la Segunda Venida (Parusía); es el periodo de la Iglesia y es un momento previo para el envío del Espíritu Santo. Si está a la derecha del Padre es para interceder por nosotros y para ejercer su potestad regia y sacerdotal.
Con esto acabamos este artículo, para en el próximo hablar del contenido y de la naturaleza de la Redención de Cristo.
Padre Lucas Prados
1 Santo Tomás de Aquino, Contra Gentiles, Lib. IV, 55, n. 9.
2 Clemente VI, Bulla iubilaei “Unigenitus Dei Filius” (DS 1025).
3 Santo Tomás de Aquino, Compendium theologiae, lib. 1, cap. 239.
4 San Ireneo de Lyon, Adversus Haereses, 3, 18, 1.
5 Santo Tomás de Aquino, Summa Theologica, IIIa , q. 48, a. 3. ad. 1.
6 Véase también las múltiples referencias del bautismo con la salvación en el Catecismo de la Iglesia Católica, n. 536.
7 Santo Tomás de Aquino, Summa Theologica, IIIa , q. 45.
8 Es frecuente hoy día comprobar la mala interpretación que hacen dentro del campo católico algunas corrientes modernistas y movimientos neocatecumenales del significado de la Pasión de Cristo. Es por ello que le quitan a la Misa su valor sacrificial, en cuanto que atribuyen la Pasión y Muerte de Cristo como un modo de aplacar la ira de Dios Padre.
9 Santo Tomás de Aquino, Summa Theologica, IIIa , q. 47, a. 2, ad 2.
10 Santo Tomás de Aquino, Summa Theologica, IIIa , q. 50, a. 2, ad 1.
11 M. J. Lagrange, L’Évangile de Jésus Christ, Paris, Lecoffre, 1948, págs. 570-571.
12 Santo Tomás de Aquino, Summa Theologica, IIIa , q. 48, a. 6, ad 3.
13 Santo Tomás de Aquino, Summa Theologica, IIIa , q. 51, a. 2.
14 Catecismo de la Iglesia Católica, n. 632.
15 Catecismo de la Iglesia Católica, n. 633.
16 Santo Tomás de Aquino, Summa Theologica, IIIa , q. 55, a. 6.
17 San Juan Damasceno, Expositio fidei, 75 en PG 94, 1104.